viernes, 25 de julio de 2008

Entre las mismas cuatro paredes.


Siempre respetando el dejar una hoja en blanco al inicio de una historia [comienzo], porque al sentir los errores al final de un ensayo que no se repite, lo primero que hago es buscar aquel espacio limpio de equivocaciones en el cual se me permiten apuntar los arrepentimientos y lecciones.
Hoy encontré decenas de hojas que se anteponían a ésta. Decenas de páginas que algún día fueron el brillo puro y blanquecino de una inocencia que ha sido desgastada y desviada [opacada].
Hoy encuentro las líneas y frases que han ido ensuciando los párrafos de la historia que se me compone cada día, un historia que a veces no continúo con gran ahínco, porque hay minutos, horas, tardes, días y noches [tiempo] en que la inspiración espontánea que me relata no logra conseguir nada nuevo de mi. Están todas ahí, enumeradas y destacadas con el claro propósito de invitar a ser aprendidas, para ello es necesario entonces por un momento, recordar y repasar.

Existen espacios muertos, miles de paréntesis sellados entre corchetes que atrapan el tiempo perdido, pero yo no me inmuto, no reacciono ni desespero, se que no existe en el camino algún borrador que libere aquellos tiempos, tiempos que se restan inevitablemente a un sustento de energías que yo no conozco pero que me mantiene existente.

La inutilización de los momentos es un signo perfecto de letargo [aturdimiento], porque soy una máquina, porque estoy mal programado y en millones de segundos mi vista se paraliza, se pierde en la nada, se torna blanca y no blanca [transparente].
Soy la máquina que no termina de configurarse, es por eso que en los momentos que aun faltan persigo el camino y la misión desconocida para la cual fui creado. Así me siento, un complejo sistema de reacciones que interaccionan con el medio [conmigo mismo], cubiertas y procesadas dentro de una fría y dura capa de acero color piel.

Estoy sentado sobre el mismo lecho que hace un año me sintió caer. Sin querer lo inundé de lágrimas y con ello produje la siembra de miles de naturalezas fantasmas que lo único que hacían constantemente era cegar mi vista, atar mis piernas, inmovilizar mis manos, y con ello mi descanso pareció casi eterno.
Se que las paredes guardan secretos que yo a veces olvido, porque a veces veo en ellas un tono que se repleta de ellos. Silentes absorbieron cada idea que mi mente dejó escapar, cada mirada que en la oscuridad de todas aquellas noches pretendí ocultar, mas de aquellas tablas, conversando noche tras noche, me doy cuenta que tras esa delgada capa de pintura puedo ver escritas muchas de las cosas que nunca supe contar.

Entonces… es la lluvia la que con su música diluye los tormentos de mi mente cuando las canciones no son los suficientemente capaces de borrar las tormentas de pensares que caen como lluvia dentro de mi cabeza entre infinitos imaginares.

[Hoy no soy yo el que llora. Allá afuera está el de turno, lo percibo sobre mi. Imponente cuando sonríe y tenebroso cuando se lamenta. Hoy no soy yo el que llora.]

domingo, 6 de julio de 2008

Somos Historia


Las voces vienen y van. Las almas surgen y desaparecen. Los sueños maravillan y alertan. Las nostalgias persiguen y atormentan. Somos el personaje protagonista de millones de historias en las que cada uno particularmente está inmerso, pero tomamos posesión de ella y luchamos contra cada letra o frase que se redacta a nuestro paso, somos coautores de un relato ya terminado pero que debemos comprender y con paciencia aprender a leer.